DIRECTO AL CORAZÓN SIN ESTACIONES INTERMEDIAS

Espero que este blog sea como un paréntesis del ajetreo en que se ha convertido nuestra vida. Que el buen humor, y la poesía nos acompañen.






Dijo alguien que para andar mil kilómetros sólo hay que decidirsa a dar el primer paso. Espero que tú y yo hagámos muchos kilómetros juntos.








domingo, 3 de julio de 2011

SINFONÍA EN OTOÑO (ACADEMUS)



PLAZA ALTA EN PRIMAVERA










 La luz,


el verde


y el blanco


se citaron esta tarde.


El aroma de azahar


envuelve mi alma


prendiéndome en recuerdos inesperados,


en ensueños de otros días.

 
Aquellos días en los que


con mi vestido almidonado


recorría la plaza llena de juventud,


oliendo los mismos naranjos en flor


y escuchando el mismo rumor


de su fuente.






Las palomas me rodean


y oigo sonar la campana


de la iglesia


llamando a misa de siete.






¡Todo sigue igual!
Todo menos la primavera


y yo.





ARMONÍA




EL PASEO

Pantalón remangado en la rodilla.


Ella, la falda recogida en recatado gesto.


Uno junto al otro en silencio caminan.


Un perrillo alegre les sale al encuentro.




El agua refresca sus pies ya cansados


de caminos largos, duros, sin aliento.


Quizás juntos piensen en esos momentos


que su longa vida también les ha dado.






Él alza su frente al azul del cielo,


y respira hondo el aire del mar.


Ella, sonriente, entorna sus ojos…


¡Hoy le cuesta tanto poder caminar!






Con mirada dulce le tiende él su brazo,


la mujer lo toma y vuelve a soñar


con aquel buen mozo que en felices años


tendíale una mano firme, sin temblar.






Pantalón remangado en la rodilla.


Ella, la falda recogida en recatado gesto.


Los ancianos, lentos se van por la orilla,


dejándome a solas con mis pensamientos.







LA LUZ DEL SILENCIO "DIÁLOGOS CON MIS ÁNGELES


Hablabas, hablabas, hablabas…
No sé si pretendías herirme o que abriera los ojos. Sólo sé que oía tu voz, y tus palabras caían en mi alma como pesadas losas.
Seguías hablando, hablando, hablando…
De pronto, algo pasó que lo cambió todo.
Tu voz se fue perdiendo en la lejanía, hasta que dejé de oírte. Sí, dejé de oírte, pero no de escucharte, pues entonces, empezaron a hablarme tus manos, tus ojos, los latidos de tu corazón. Todo tú hablabas menos tu voz.
Sabía que seguías diciendo algo porque veía como se movían tus labios acompasadamente, pero no porque oyera tu voz, pues esta se había convertido en un susurro lejano, casi inaudible, mientras todo tú gritabas.
Cogiste mi mano y yo sonreí. No te sonreía a ti precisamente, sino a algo que acababa de ocurrir y de lo que tú no te habías dado cuenta.
En aquel preciso instante te entendí, te entendí como nunca había entendido a nadie, pues una luz se había encendido ante mis atónitos ojos, haciéndome ver que lo que no había visto antes.


¡ERA LA LUZ DE TUS SILENCIOS!